sábado, 12 de mayo de 2012

La edad de las palabras

En una tertulia, veo a cuatro mujeres. Eso ya despierta mi interés como peludo.

Qué le vamos a hacer.


Me fijo más atentamente, rayando el descaro. Calculo que son familia pero no me cuadra. Un par son mayores que yo, calculo. Otra podría ser mi hermana menor y la otra la sobrina de una de las primeras. No entiendo nada. Además quedo como en medio.
Cálculo que entre la mayor y la menor puede haber mi edad. Jodo.... que paso de los 40!!!


Aparece un "chico". Este es de mi quinta descarao. Se suma a la tertulia. No veo barreras entre ellos y no hay dos de la misma ciudad. Ni siquiera de la misma provincia. Se les nota por los giros y los acentos. Hay otro de la edad de la que podría ser "mi hermana menor" pero no es su pareja. No me aclaro.


Mi curiosidad aumenta. Parecen vestir todos diferente. El estilo no cuadra pero su conversación es frenética, bulliciosa. ¡Que envidia! ¿Pero esto qué es?

Me acerco un poco más a ver que dicen exactamente y me siento distraidamente en la mesa de al lado. Escucho atento. Parece que no se nota.... es que soy de un fino cuando me pongo....

¡Qué bien se lo pasan, por Dios!

Tanto me meto en la conversación furtivamente, que al final, un tertuliano suelta una pregunta y contesto a quemarropa. Ala. Acabo de quedar bien, cosa fina.."no vereis, es que justo estaba escuchando..."
Veo sonrisas. Vale... se ha notado. A la velocidad del rayo, prosigue la conversación y me incluyen en ella.

Evidentemente, acerco la silla y me siento a la mesa. Aparece un adolescente a punto de dejarlo (lo de la adolescencia, digo) y se lía tambien. Yo alucino. ¡¡No parecen conocerse de nada!! ¿O si?

La conversación no tiene un tema claro. Vamos dando bandazos de un sitio a otro. Sin guión. Sin criterio. Sin complejos. Se nos hace tarde. Alguien mira el reloj y dice que tiene que irse. Lentamente van desfilando todos y me quedo ahí, mirando la mesa, intentando asimilar qué ha pasado. ¡Cómo me he reído! Da igual, es tarde. Me voy a dormir y mañana volveré... Ha sido genial.



Sí. Es un simil. Ya sabeis que hablaba de Twitter. Mi última afición. Podría ser cualquier otra red social donde el anonimato es una carta de presentación. Y la clave de todo, es eso. El anonimato no tiene edad, como las palabras. Linealiza todo a su alrededor y queda solo la esencia de lo que se dice. Cuando hablas, lo haces con afines y los afines, no necesariamente andan en tu "rango". Ni de edad, ni de estilo de vestir, gustos musicales, tendencias sexuales, creencias religiosas o ideales políticos. Lo cual tiene tela.


Cuando profundizas en tus afines descubres personas más afines. Ahí si parece que compartes alguna cosa de las que enumeraba. Es gente con la que podrías haber tenido una gran amistad. O algo más, a saber... pero claro...  Los ojos nos condicionan, la química nos rige, pero la mente, no podemos negarlo, nos conquista. Pero no la dejamos gobernar. No podemos.


Somos un mar de química y la química en las relaciones se ha demostrado determinante para muchas cosas pero aún y así, cuando lees palabras, lees una forma de pensar. Es increible lo que se transmite en la escritura de uno mismo.

Me tiene literalmente enganchado.

Tengo que reconocer que soy de los que suele pasar "un congo" de las diferencias de edad porque me gusta lo que la gente tiene en la azotea y que eso igual no es lo más habitual pero... #esoesasi y me encanta.

¿Habeis probado a suplantaros, anonimizaros y lanzaros al vacio? ¿no? Pues ya tardais. Lo mejor... lo que aprendereis de vosotros mismos

#ea


Carai, que post más profundo.

2 comentarios:

  1. Yo creo que al final el truco está en que, mucho avatar y mucha historia, pero ahí somos más nosotros de lo que creemos :)

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