viernes, 7 de diciembre de 2012

Premio y castigo

Hace tanto que no escribo en el blog que he tenido que googlearlo para entrar. Menudo desastre. Merezco castigo por ello. ¡Pero aquí estoy! Y pretendo hacer otra entrada! Premio.



Hace días que pienso en esto del premio y el castigo. Como padre de dos maravillosos seres en edad infantil, el premio y el castigo, en el sentido más "light" de sus acepciones, está muy presente en mi modo de actuar con ellos.

Los pediatras, psicólogos, etcétera. Te recuerdan esto a menudo, en los albores de la vida de tus retoños. Premias la buena conducta hasta que esta se normaliza y entonces dejas de premiar. Castigas las malas conductas y retiras el castigo cuando se han normalizado.

El resultado al final es evidente. Dejan de castigarte y como que lo haces todo bien con normalidad, también dejan de premiarte. Y así, llegas a la edad adulta donde estas leyes, como todo, se adulteran. El castigo ocurre fundada e infundadamente y el premio, si aparece, viene envuelto en una tragicómica mezcla de alegría y estupefacción.

Y luego la gente se sorprende del éxito de las redes sociales. Pues veréis, en todas ellas hay un elemento en común: el "favoriteo" (que dicen ahora en twitter) Y es que pocas cosas nos gustan más como seres humanos carentes de reconocimiento y premio (y en ocasiones, por desgracia, de castigo) que recibir una indicación de alguien de que, lo que sea que hemos hecho, "es bien"


Ninguno aceptaremos, en el mundo real, en el mundo diario, esta falta de afecto. Somos adultos y como tales no necesitamos que, como a los críos, nos premien y nos digan "muy bien". Porque tenemos en alguna parte de nuestro cerebro aprendido, que las buenas conductas, cuando están integradas en nuestro proceder, no son más que aquello que se espera de nosotros.

 Y en el fondo así es. Si eres buena gente, en general, tienes algunos buenos amigos. Si trabajas bien y eres bueno, te pagan y a veces, hasta bien. Si cuidas a tus hijos, te quieren, etc... Y, en una especie de intangible justicia universal (en la que me vais a permitir que crea) cuando haces el bien, incluso anónimamente, éste te vuelve a ti, de alguna forma, por otro camino, también anónimamente. En especial doy gracias a esto, siempre.



Pero aún y así, somos adictos. Somos "yonquis" del premio y del reconocimiento y cuando en el mundo real, no podemos pedir más, pasamos al virtual. Inundamos universos ficticios a la búsqueda de un "Me gusta" o un "Fav". Si cae un comentario o una respuesta, donde se expresa con palabras el "premio" entonces el placer es máximo. Y así les va a Facebook, Twitter, Instagram, Deviantart, Flickr, Tumblr, Twenty, incluso Linkedin o Xing... y sus dueños ahí, amasando fortunas, a costa de nuestra falta de afecto a la vez que piensan, con toda probabilidad ¿dónde está mi premio?



Somos incorregibles.

En el fondo, cuando pienso en esto siempre acabo con una sonrisa pícara en mis labios. Sé, como deberíamos saber todos, que al fin y al cabo, el premio es uno mismo. Si además hay otras cosas en tu vida, bien. Mejor.

Se acerca la Navidad. Tiempo de sentimientos encontrados. De amor incondicional. De amor forzado. De ser "especial" pero no tanto. De dar y recibir. De todo, como durante todo el año, pero condensado en apenas 10 días.

Paciencia, mis lectores. Inundaros de felicidad. Dejaros engañar por las luces de Navidad y los sentimientos altruistas. Besar a vuestros descendientes, si los tenéis. Besar a vuestros progenitores, si los tenéis. Besar a vuestra pareja, si la tenéis. Y entenderos, aceptaros y quereros como sois, que a vosotros mismos, sí que os tenéis.

Hasta luego mis virtuales :)