lunes, 14 de mayo de 2012

Be polar, my friend

Ya me perdonareis, mis lectores, pero este post es necesario. Hace días que la ironía sarcástica anda apagada y ausente. Cuando eso pasa es señal de que toca "descender a los infiernos".

Se me hace más difícil que de costumbre empezar.

Acumulamos experiencia. Eso que llaman vida. Vida. Un fenómeno curioso que antes no existía y un día dejará de existir. No le pedí que viniera y no voy a querer que se vaya. Al menos, no por ahora. Pero he visto ya, como se va. Muy de cerca. Demasiado.

Con los años acumulas experiencia, lo que a veces es sinónimo de haber vivido situaciones traumáticas. Y por trauma significo, cosas que de verdad te afectan. Cosas que muy fácilmente pueden pasar. Las hay, que han de pasar y así son, pero hacen que pierdas, cosas, sentimientos o personas. Física o emocionalmente. Y ahí voy. El terrible, temido e implacablemente cruel sentimiento de pérdida. El que te recuerda quién eres. Te recuerda tu soledad y tu caducidad.

En función de la sensibilidad y la capacidad de afrontar cosas que tengas, tu interior se modela. Lo peor es ser capaz y ser sensible. Lo normal por tanto, es hundir la sensibilidad en las profundidades de tu ser. Tienes que hacerlo. Porque si no, tu capacidad se ve mermada y las circunstancias se te comen. La ley de la supervivencia nos ayuda al respecto. Nos obliga ser más fuertes de lo que pensamos que somos. Pero hundir algo, no necesariamente lo hace desaparecer. Y emerge.

Abres la ventana, miras al exterior sin ver nada. Dejas que te de el aire en la cara y te preguntas "qué..." ¿De qué va esto? En fin, las preguntas universales de la filosofía de toda la vida, que si de dónde venimos, que si a dónde vamos, que si por qué yo soy yo... etc... una serie de empanadas mentales que no puedes responder hoy, ni podrás responder nunca.

Hace años, un gran invento llamado fe, calmaba estos bucles mentales. Hoy otro llamado indiferencia intenta producir el mismo efecto. Carpe diem. Porque fuera del momento, no se si hay nada más.

Los objetivos existen y son necesarios. Las metas, los anhelos, los deseos. Lo malo es el desgaste que sufren con el tiempo, los años, y los "golpes" de las cosas que te pasan porque "tienen que pasar" o "no se pudo hacer nada más"

Soy de los que carga sobre los hombros. Como todos, en el fondo. Si pasa, tenía que pasar. Me guste o no. Me hundo, me levanto, me lo cargo a la espalda y sigo. Porque no hay otra. Hay que seguir o se acaba el cuento. ¿Qué cuento? No lo se. Por desgracia si cargas algo a la espalda, sabes que está ahí. Lo sabes. Y pesa. Y cuando pesa mucho, obviarlo es un error. Tenes que parar, hacerte consciente de lo que llevas a la espalda, mirarlo, asumirlo y si de verdad eres capaz de desprenderte de algo, hacerlo. Al final van a ser pocas cosas o quizá ninguna las que se queden en el camino. Por eso las llevas a la espalda, no pudiste tirarlas en su día. Arreglas el petate y vuelves a levantarte. Son parte de ti.

Y la lucha sigue. Ante cualquier contrariedad, nobleza obliga, hay que ponerlo todo para evitarla o minimizar su impacto. Tienes que emplearte a fondo, lanzar todo el positivismo del mundo. Todo. Vaciarte, Si sale bien, eres más fuerte. Y si sale mal, agua: a la espalda y cuida, no tardes en cargar, que puede venir otra. También te hará más fuerte y capaz.

A veces estás cansado. La espalda va doblada, necesitas reponer fuerzas para mantenerte. Necesitas tiempo para lamentarte y desahogarte, pero no sabes si lo vas a tener antes de que venga la próxima.

Hoy tengo un rato. Por fin. Me voy de viaje a los infiernos, a mis miedos, a mis penas, mis errores y mis frustraciones. Porque las echo de menos. Porque las necesito para volver a salir adelante, para recordarme a mi mismo que, con todo, sigo aquí. Donde quiero estar. Hoy.

Porque quiero estar donde sea que haya llegado. Da igual si es lo que tenía planeado o no. A dónde he llegado, es mi destino hasta hoy. Mañana: más.

Quiero sentir el abrazo de mis hijos, el amor de las personas a mi alrededor. Las que sean en cada momento  y a las que les pueda de alguna manera corresponder o agradecer. La satisfacción de las metas conseguidas, el aprendizaje de mis errores. El orgullo de ser quien soy independientemente de como sea que soy. Total, llevo mucho tiempo aguantándome. Como que me quiero un poco ya, o como mínimo, me llevo bien conmigo. No hay otra. De mi no me libro hasta que me muera. Y aun así... eso está por ver... con que solo una, de los millones de ideas al respecto del "más allá", sea cierta, lo mio conmigo pinta de que realmente va para largo.

Quereros lectores, quereros mucho. Y querer a los vuestros.

Sí. Es una orden.

;)

1 comentario:

  1. "Pero hundir algo, no necesariamente lo hace desaparecer. Y emerge."

    Ya lo creo que emerge...

    Así que habrá que hacer frente a lo que se nos ponga por delante, sí, también es una orden.

    Y como dije yo una vez y me recordaron hace poco "Que no nos engañen, que la vida es dura. Pero qué grande es vivirla"

    Un saludo :)

    ResponderEliminar